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Historia de Codadac y sus hermanos IX

Dicho esto, se retiraron para dejar libre paso a cien ancianos montados en mulas negras, y con barbas largas y blancas.
Eran éstos unos solitarios que habían pasado toda su vida en grutas recónditas, y que nunca se presentaban públicamente sino para asistir a las exequias de los reyes de Harrán o de los príncipes de su estirpe. Estos venerables personajes llevaban sobre la cabeza un libro voluminoso que tenían asido con una mano. Dieron tres vueltas mudamente al sepulcro, y luego, habiéndose detenido a la entrada, uno de ellos pronunció estas palabras.

-¡Oh príncipe!, ¿qué podemos hacer por ti? Si nuestras plegarias o saber pudieran volverte a la vida, barreríamos con nuestras barbas el polvo de tus pies y recitaríamos oraciones; pero el Señor del universo te arrebató para siempre.

Luego que los ancianos hablaron así, se alejaron del sepulcro, acercándose en pos de ellos cincuenta doncellas, montadas en potros blancos, sin velo y con unas cestillas de oro atestadas de piedras preciosas. Dieron también tres vueltas, y habiéndose parado en el mismo lugar que los demás, la más joven tomó la palabra y dijo:
-¡Oh príncipe, antes tan hermoso! ¿Qué auxilio te cabe esperar de nosotras? Si pudiéramos reanimarte con nuestros anhelos y primores, seríamos esclavas tuyas; pero ya no eres asequible al embeleso de la hermosura, y para nada nos necesitas.

Se retiraron las doncellas, y el rey y los cortesanos se levantaron, dieron tres veces vuelta al sepulcro, y el monarca dijo así:
-¡Oh mi querido hijo, luz de mis ojos! ¿Te habré perdido para siempre?

Estas palabras fueron acompañadas de suspiros, y sus lágrimas humedecieron el sepulcro. Los cortesanos lloraron al mismo tiempo; y una vez cerradas las puertas del sepulcro, la comitiva regresó a la ciudad. Al día siguiente se hicieron rogativas en las mezquitas, que continuaron durante ocho días consecutivos. Al noveno dispuso el rey la degollación de los príncipes. Todo el vecindario, airadísimo por su comportamiento con Codadac, ansiaba aquella ejecución. Se levantaron cadalsos; pero hubo de suspenderse la justicia porque se supo que los príncipes vecinos, que habían guerreado ya contra el rey de Harrán, se adelantaban con fuerzas más respetables que la vez anterior y no estaban muy distantes de la ciudad. Grande fue la consternación general al difundirse la noticia, y con este motivo se hizo más dolorosa la falta de Codadac, que había descollado en la guerra anterior contra aquellos mismos enemigos.

-¡Ah! –decían todos-. Si el generoso Codadac viviera todavía, nada temeríamos.

Sin embargo, el rey, en vez de aterrarse, juntó hueste poderosa, salió al campo y marchó contra el enemigo. Este, sabedor por sus descubiertas de que el rey de Harrán se adelantaba, se detuvo en la llanura y formó un ejército en batalla.

Apenas los divisó el rey cuando dispuso su tropa en orden de combate. Mandó tocar ataque y acometió con tremendo denuedo. Los enemigos contraatacaban con tesón. Corrían torrentes de sangre por ambas partes y la victoria permaneció larguísimo rato indecisa; pero al fin iba a declararse a favor de los enemigos del rey de Harrán, los cuales, más numerosos, iban a arrollarle cuando asomó en la llanura crecido cuerpo de caballería. Extrañaron unos y otros aquel nuevo ejército y no acertaron a explicarse el caso; pero no permanecieron por mucho tiempo en aquella incertidumbre, pues la nueva caballería flanqueó a los enemigos del rey de Harrán, acometiéndolos con tanto ímpetu que los desbarató y los acuchilló a casi todos.

Scherezade calló tras estas palabras y suspendió su narración.

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me encanta esta historia, he intentado encontrarla traducida al castellano pero no hay manera, espero que pronto puedas proseguir con ella.

por cierto, el chico de la canción es muy mono, no sería muy dificil caer en sus redes

Me alegro. La historia es un poco larga, así que la he ido publicando a trozos. El próximo post será la última noche de Codadac.

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