Los almogávares, la historia II

La primera actuación de estas tropas tuvo lugar en la conquista de Valencia (1238-1245). Tras finalizar la contienda, los almogávares fueron un grave obstáculo para la paz, por lo que se propusieron diversas medidas. Una de estas medidas pretendía que partieran hacia las Cruzadas con ocasión del intento de toma de San Juan de Acre. Finalmente, se impuso el traslado de más de 6000 almogávares a la frontera de Murcia y Granada, donde tuvieron enfrentamientos con las minorías moriscas y con las tropas castellanas de Alfonso X el Sabio.



En 1282 embarcados en Portfangós con destino a Sicilia, donde debían apoyar las pretensiones de Pedro III el Grande, que quería asegurarse el control de dicho territorio contra la dominación angevina y güelfa, ayudado por el levantamiento popular de la isla en la revuelta conocida como Vísperas Sicilianas. Los almogávares consiguieron asegurar el dominio aragonés sobre la isla, gracias a su valía militar y utilizando en su favor la animadversión del pueblo siciliano hacia las tropas francesas de Carlos de Anjou.

La fama guerrera de las milicias aragonesas hizo que el emperador bizantino Andrónico II, requiriera sus servicios, ya que el Imperio Bizantino se encontraba sumido en una grave crisis debido al empuje de los otomanos. Así pues, los almogávares embarcaron en 1302 hacia Constantinopla, contingente que ya se había dividido en dos ejércitos operativos, al mando de los cuales estaban Bernat de Rocafort y Berenguer de Entenza, que eran lugartenientes del más famoso caudillo almogávar, el navegante y aventurero Roger de Flor, que se encontraba al frente de la expedición. Los aragoneses no tuvieron problemas para derrotar a los otomanos y así liberar a Andrónico II de sus problemas fronterizos en la zona de Asia Menor. Esto supuso el pago de grandes salarios, el nombramiento de Roger de Flor como megadux del imperio y el abandono turco de los puestos de Filadelfia, Thira y Éfeso, que pasaron a ser controlados por los aragoneses.



En 1304, la acción conjunta de almogávares y tropas bizantinas propinó un correctivo a los turcos tras la toma de Gallípolli, que era un importante enclave de comunicaciones y de abastos de los otomanos. Debido a este hecho, Roger de Flor fue nombrado César del Imperio, pasando el título de megadux a Berenguer de Entenza. Sin embargo, la confusión existente en la cabeza rectora del Imperio bizantino, con Miguel IX asociado al trono por su padre, Andrónico II,motivó el asesinato de Roger de Flor en 1305, envidioso del poder que éste detentaba en los asuntos militares del Imperio. Los almogávares, apoyados en sus grandes posesiones territoriales, declararon la guerra a Bizancio haciendo famosa la Venganza de los Almogávares, pese a que éste contaba con el apoyo de genoveses y napolitanos. La muerte de Roger de Flor dejó a las tropas huérfanas de dirección y perdidas en un país extranjero en el que desconocían las acciones militares al uso, donde sus tradicionales cargas a base de armamento ligero comenzaron a ser destruidas utilizando un arma hasta entonces desconocida para los almogávares: el fuego griego, que eran dardos, flechas y lanzas impregnadas de petróleo.

Como resultado de ello, los napolitanos se apoderaron de los puertos del Mar Negro controlados por los almogávares, especialmente Rodosto y Módico, dictando la muerte por lapidación de Bernat de Rocafort en 1308. En 1306, Berenguer de Entenza había sido ejecutado por los genoveses tras recuperar Gallípolli.

Expulsados de Bizancio, los almogávares se declararon República independiente bajo el nombre de Gran Compañía y se asentaron en la península del Ática, donde fueron fueron solicitados por el duque de Atenas para recuperar Tesalia, en manos francesas. Los almogávares recuperaron Tesalia, y además se hicieron con el control de Atenas y Tebas tras la muerte de sus dirigentes, manteniendo luchas hasta 1325 contra venecianos y genoveses por la posesión territorial de sus conquistas. A partir de ese momento, el peregrinar de los almogávares se detuvo, especialmente tras la fundación en dichos territorios de los ducados de Atenas y Neopatria, donde pasaron a asentar una especie de núcleo aragonés en el centro de Grecia y también donde se establecieron definitivamente, mezclándose con la población nativa.



El ascendente aragonés de la conquista no fue olvidado, puesto que en 1377 dichos ducados pasaron a manos de la Corona de Aragón, en tiempos del rey Pedro IV el Ceremonioso, poniendo fin a la Gran Compañía Almogávar como poder y pasando a la historia y a la leyenda. En ellas, el brillante papel de los esforzados guerreros aragoneses ha figurado siempre con bellas letras y heroicas actitudes, puesto que no hay que olvidar su origen humilde, su exacerbada religiosidad y espiritualidad moral o las grandes simpatías que, desde su primera intervención siciliana hasta su asentamiento final en Atenas, despertaron en los habitantes de los territorios en los que luchaban, hasta el punto de tener en la Edad Media una gran fama como libertadores de yugos señoriales.

Para terminar y mostrar la bravura y orgullo de estos guerreros, destacamos la frase que el gran almirante almogávar Roger de Lauria pronunció ante el conde de Foix, emisario del rey francés:

“Señor, y pienso que ninguna galera ni nave osará ir por el mar sin salvoconducto del rey de Aragón. Y no sólo galera o nave: no creo que pez alguno se atreva a ir por el mar si no lleva en su cola el escudo o señal del rey de Aragón, para mostrar el salvoconducto de este noble señor, el rey de Aragón y de Sicilia”.

¡¡Desperta ferro!! ¡¡Aragón, Aragón!!

Artículo escrito por el colaborador Sergio. Aquí termina el ciclo de los almogávares. Muchas gracias por todo.

Etiquetas: historia

Publicado por samimi el viernes, julio 27, 2007 a las 14:20 | Permalink