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Historia de Codadac y sus hermanos V

Apenas hubo acabado la princesa la narración de sus aventuras, cuando Codadac le manifestó el interés que le había infundido.
-Pero señora –añadió-, en vuestra mano está vivir en adelante a vuestra satisfacción. Los hijos del rey de Harrán os ofrecen su asilo en la corte de su padre; aceptadlo. Seréis querida por el príncipe y respetada por todos; y si me creéis digno de vos, permitid que os ofrezca mi mano y que os tome por esposa ante estos príncipes. Serán testigos de nuestros juramentos.

Consintió la princesa, y aquel mismo día se verificó el matrimonio en el castillo, en el que había toda clase de provisiones. La cocina estaba llena de viandas y otros manjares de que el negro se alimentaba cuando estaba ahíto de carne humana. Había también frutas de excelente calidad y gran cantidad de vinos y licores.

Se sentaron a la mesa, y después de haber comido y bebido sosegadamente salieron del castillo llevándose el resto de provisiones, con ánimo de volver a la corte del rey de Harrán. Caminaron durante algunos días, acampando en los parajes más amenos que encontraban, y cuando estaban a una jornada de la ciudad, se detuvieron para dar fin al vino como gentes que no se preocupan de lo sucesivo. Codadac tomó la palabra y les dijo:
-Príncipes, huelga ya ocultaros quién sois; ved en mí a vuestro hermano Codadac. Debo, lo mismo que vosotros, mi nacimiento al rey de Harrán. El príncipe de Samaria me ha educado y mi madre es la princesa Piruze. Señora –añadió encarándose con la princesa de Deryabar-, perdonadme si también os oculté mi nacimiento. Quizá de habéroslo descubierto antes, hubierais evitado que hicieses algunas reflexiones desagradables sobre un casamiento que tal ves considerabais desigual.
-No, señor –respondió la princesa.; el afecto que me habéis infundido va en aumento de día en día, y para labrar mi dicha no necesitáis de la jerarquía que acabáis de revelar.

Los príncipes felicitaron a Codadac por su nacimiento y mostraron sumo alborozo; pero en lo íntimo de su corazón, en vez de sentirse satisfechos de tener un hermano semejante, se agudizó más y más el aborrecimiento que ya le profesaban. Se reunieron aquella misma noche mientras Codadac y su mujer gozaban de los halagos del sueño y resolvieron asesinarle.
-Es el único camino que nos queda –dijo uno de ellos-, pues nuestro padre cuando sepa que ese extranjero a quien ama tanto es su hijo, y que ha tenido valor para matar a un gigante a quien nosotros juntos no pudimos vencer, le profesará aún más cariño y le nombrará su heredero, menospreciando a sus demás hijos, quienes tendrán que postrarse ante su hermano y obedecerle.

A estas expresiones añadió otras que produjeron efectos en el ánimo celoso de sus hermanos, que en el acto fueron en busca de Codadac, que estaba durmiendo, y le dieron de puñaladas, dejándole sin sentido en brazos de la princesa. Tomaron el camino de la ciudad, adonde llegaron al día siguiente.

Su llegada causó alegría al rey, que había perdido la esperanza de volverlos a ver. Les preguntó el motivo de su tardanza; pero tuvieron buen cuidado de no decir la verdad, y no mentaron al negro ni a Codadac, limitándose a decir que movidos por la curiosidad de ver el país, se habían detenido en algunas ciudades circunvecinas. Ya era de día y Scherezade dejó la narración para la noche siguiente.

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